Como cada año, en el 25 de noviembre volvemos otra vez a recordar. En el Día Internacional contra la violencia de género volvemos a compartir un sentimiento contra la violencia machista, contra la violencia hacía las mujeres.
Nos unimos muchas personas, -jóvenes y mayores, hombres y mujeres- y lo hacemos bajo el horror de constatar que en lo que va de año más de 50 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas (a 21 de noviembre la cifra es de 54 víctimas,como indica la Delegación del Gobierno contra la violencia de género)
Siempre se suele decir en todas las ciencias y enseñanzas, que no es bueno generalizar, pero es que en esta ocasión, al hablar de violencia de género hay que contextualizar muy bien los casos y los conceptos.
Primeramente no podemos dejarnos llevar por algunas apariencias y pensar que el número de víctimas de malos tratos se refleja únicamente en las muertes que suceden año tras año. La realidad es que cientos de mujeres sufren día a día continuas vejaciones, insultos, amenazas, agresiones o control por parte de su pareja, su agresor, lo que nos indica que las muertes son solo la punta del iceberg, un conjunto de violencia mucho más grande de lo que algunas cifras nos indican.
Una violencia que puede ir de lo físico a lo verbal, de lo más brutal a lo más desapercibido. Y es que esa intensidad de la agresión, ese control que el agresor va ejerciendo sobre su pareja va aumentando poco a poco, haciendo que la víctima vaya dependiendo cada vez más de su pareja, todo desde el ejercicio de la coacción, evidentemente.
Si nosotros y nosotras renunciamos a los roles de la masculinidad agresiva, y a la feminidad sumisa, habremos dado un primer paso,
Una violencia de la que se puede salir, de la que hay que salir de la mano de los recursos, del apoyo público y colectivo, de la protección jurídica y policial, todo para garantizar lo que jamás debería perderse: la dignidad y la libertad.
Y a todo esto, creo conveniente destacar que en lo que va de 2011, un 30% de las mujeres víctimas mortales eran menores de 30 años, lo que nos indica que la violencia de género se sustenta en el machismo y en el control de la pareja: va más allá de la edad, el estatus social o de la existencia o no de convivencia día a día.
El propio sistema patriarcal, al establecer una división sexual que promueve la violencia en los hombres y la obediencia en las mujeres, es el caldo de cultivo para que se transmita de generación en generación esa violencia que se vislumbra en múltiples ámbitos pero que al final tienen una única consecuencia: la perdida de libertades de las mujeres.
No nos ayudaremos en nada si seguimos arrinconando el problema del maltrato a lo doméstico; a lo privado; a lo que solo incumbe a cada pareja.
Se trata de un problema público, porque afecta al conjunto de personas y se desarrolla en el contexto de la sociedad. Y en este ámbito es en el que encontraremos las respuestas:
- Una repuesta, primeramente, que hemos de dar todas y todos como conjunto. Dejando claro que no vamos a consentir el maltrato, que tenemos recursos jurídicos, policiales, sociales y comunitarios para acabar con la violencia.
- Una respuesta, que también es imprescindible, desde la propia experiencia individual: rechazando la violencia como leitmotiv de una relación, dejando de lado el control del uno sobre el otro (la libertad entre iguales, por encima de todo) Las mujeres (partiendo de las chicas más jóvenes e incluyendo a todas) no tienen porque aceptar ni la agresividad, ni el control, ni la humillación.
- Y por último, una respuesta a medio plazo, que es la de la transmisión de valores. Si nosotros y nosotras renunciamos a los roles de la masculinidad agresiva, y a la feminidad sumisa, habremos dado un primer paso, y el siguiente será transmitirlo a nuestros hijos e hijas, a nuestras amistades o a la familia, para que poco a poco cada generación rompa con la baraja del machismo y salgamos del juego patriarcal sin dejar a nadie atrás.
Y es por eso que yo os pido volver a recordar, como en tantas luchas históricas por la igualdad y la libertad, que la implicación de una persona más es un paso pequeño, pero cuando esa respuesta se mueve y es repetida por el conjunto de la sociedad, estamos dando un paso tan grande que supera a los siglos y siglos de desigualdades.
Rubén Castro
Rubén Castro
Teléfono 016 atención a víctimas de malos tratos por violencia de género
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