Esta mañana me he levantado con una increíble noticia publicada en El País, y que difundía en una red social una compañera.
Resumiéndolo un poco: una persona ha pedido una reducción de jornada y un cambio de horario para poder cuidar a su hija de 7 meses. Hasta aquí todo normal.
Pues bien, la empresa le explica que le aceptan la solicitud, siempre y cuando justifique porque su pareja no puede estar a cargo o cuidar de su hija.
En este caso, esa persona que quiere conciliar su vida personal con la laboral se trata de un hombre, y ha tenido que ver como por el hecho de ser hombre no se le permite dedicarse a su vida familiar, a pesar de que las leyes lo permiten perfectamente. Es decir, que se cuestiona, de forma clara y sin tapujos, que porqué no es la mujer quien realiza esas tareas en vez de él.
El título que han elegido para el artículo lo deja claro: "que concilie su esposa"
Tal intromisión en la vida privada no beneficia ni a la persona trabajadora, ni a su familia, ni a la empresa: que habitualmente sea la mujer quien hace esas tareas no significa que deba seguir siendo así.
Actuando de forma judicial seguro que hay forma de perseguir y desmantelar prácticas de este tipo que son habituales, pero que todas y todos estemos seguros que lo que pedía ese hombre es del todo razonable implica un paso más, y ahí es donde está el principio del problema.
Conciliar y facilitar la corresponsabilidad en las tareas domésticas y familiares ha de ser un hecho natural para cualquier persona, y en cambio, sucede lo contrario.
Y así, la tendencia de que sean las mujeres quienes reduzcan su tiempo de trabajo para dedicarse a lo familiar y domestico se refleja perfectamente en cualquier estadística o estudio sociolaboral.
El Instituto Nacional de Estadística, calcula que el 80% de los contratos a tiempo parcial son realizados por Mujeres (INE, 2007), y quienes alegan que trabajan con ese tipo de jornada para tener cuidado de hijos/as o familiares, son en más de un 90 % mujeres. (INE, 2003)
Hay datos que muestran que las mujeres dedican el doble de tiempo que los hombres en cuestiones del hogar/familia.
Esto ya indica que la estructura social hace que sean los hombres quienes desempeñen jornadas laborales mayores, con lo que, teóricamente, se le puede dedicar menos tiempo a las tareas familiares o personales que las mujeres, y de esta manera, ellas han de trabajar menos tiempo.
Por eso es indignante que una persona, un hombre que quiera participar en el crecimiento de su hija en sus primeros años, vea coartado su deseo porque alguien piensa que eso debe hacerlo una mujer.
Llegados a este punto hay que tener clara una cosa: la igualdad nos afecta a tod@s por igual. Porque la idea de una sociedad igualitaria, la idea feminista, pretende que todas y todos tengamos las mismas oportunidades, no que alguien esté por encima de otro por que así es lo tradicional. Y es que los géneros son una cosa inventada: la manera de comportarse o pensar por parte de ellos o ellas viene de siglos, y así, aún hoy interiorizamos que los hombres han de ser violentos y activos, mientras que las mujeres han de ser pasivas y cuidarse de la familia y el hogar: Todo por mera y simple tradición, o mejor dicho imposición.
Por eso hay que ponerse manos a la obra con las nuevas masculinidades:
Yo no quiero para mí ni para mi hijo una manera de ser -una masculinidad- en la que se me impida algo tan lógico como participar de forma normal en el cuidado de mi familia o de mi hogar. No puede ser que se encasille a ningún hombre como poco masculino, o como un bicho raro, por el mero hecho de querer participar de forma igual en las tareas domésticas.
¿Esa nueva forma de ser puede ser poco masculina?
Pues, quizá si, rompe con la masculinidad, pero con la masculinidad androcéntrica, la de mirarse a uno mismo, la que consiente, aunque sea casi inconscientemente, que los hombres sean el centro de todo, dueños de todo, abiertos al mundo; Mientras que a la mujer sólo se le permite un papel secundario, el de ser observadora, y cuidadora de lo familiar, de lo cerrado.
Una nueva masculinidad no significa ser menos hombre, significa ser más persona, más cercana a la realidad: más positiva pedagógicamente y más eficaz para relacionarse sin violencia.
Y es que los roles y la mentalidad neomachista que aún desempeñamos hoy, van de la mano de fenómenos como la violencia de género, la brecha digital o el acoso laboral.
En algunas cosas, como por ejemplo en el plano jurídico, vamos un paso por delante, mientras que en otras, como en concienciación o pedagogía, vamos muchos kilómetros atrás.
Y es que solo si unimos esfuerzos podremos acabar con la discriminación y las desigualdades, y seguro que entonces titulares como el de hoy sean cosa del pasado.
¡Que podamos conciliar tod@s!
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